León, Guanajuato, 1 de Enero 2008.
Donde los bares cierran a las tres a.m., las tiendas dejan de vender alcohol a las doce a.m., los domingos no hay chupe después de las dos p.m., donde parece que te restringen el alcohol como mamá en boda y en donde para curarse la cruda venden una mezcla de jícama, pepino, cebolla, sal, vinagre de piña, limón y un chingo de chile; ahí, justo ahí fué donde "recibí" el año nuevo.
Un amigo, una casa acogedora, una familia afable, una cena típica, un sombrero de San Miguel de Allende, un par de iPods, tres deseos humeantes, un minuto de silencio, cuatro mensajes, dos piñatas rotas, una nevada sorpresiva, un par de equipos que formaban millones, ruidos de animales en la casa, un bonche de palabras altisonantes, dos meseros, un chingo de cubas, sólo algunas chelas, un par de discos rancheros, un sillón verde como cama, un día nuevo....un año nuevo, un check out clandestino, un paseo por el centro, una enchilada maniaca, tres paradas en McDonald's (sin albur), un frío de la chingada y una casa que me esperaba. Sí, así fué como terminé el año, tal vez como una recopilación del mismo; una síntesis de cuatro días.
Ideas, pensamientos, sentimientos, amistad, música y espera.
